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jueves, 29 de marzo de 2012

Nos sobran los motivos




Hoy ha sido día de huelga general en esta sala de espera sin esperanza en la que se está convirtiendo España.

“Menuda noticia” pensaréis muchos. Pues bien, tenéis razón. Pero este blog no es un blog informativo, para eso ya hay muchos. El mío es de opinión y, hasta que no pasan las cosas, no puedo opinar sobre ellas.  ¿Y qué tiene que ver la canción con la huelga? Más tarde lo entenderéis.

Las huelgas generales son tan previsibles como el discurso de navidad del Rey, como el último capítulo de un culebrón venezolano, como las declaraciones de un futbolista tras perder un partido.

Los sindicatos suelen exagerar sobre el éxito de la convocatoria y el gobierno suele quitarle importancia al asunto. ¿El resultado real? Pues yo, como Aristóteles, pienso que la virtud está en el término medio. Siempre ha pasado así. Recuerdo las clases de historia del instituto, en las que leíamos crónicas cristianas y musulmanas sobre la Reconquista y parecía que no hablaban de la misma batalla. Esto siempre ha sido así y siempre lo será.

Volviendo al tema, la huelga de hoy, como todas, ha sido un triunfo para unos y un fracaso para otros. Eso tampoco es nuevo.



Si me habéis leído anteriormente sabéis que yo en política no me meto, o me meto lo justo. Apelo más bien al sentido común (que, como bien dicen algunos, es el menos común de los sentidos).

Está claro que la situación de este país es cada vez más insostenible, que hay que hacer algo para que la cosa cambie. Pero… ¿Qué? 

Subir los impuestos sería una opción a tener en cuenta, siempre y cuando los sueldos subiesen al mismo ritmo. Porque si cada vez hay más gente en el paro (muchos sin cobrar ningún tipo de ayuda), cada vez se bajan más los sueldos, y al mismo tiempo suben los precios de los alimentos, la gasolina, el agua, la luz, el billete de transporte público, el IRPF, etc. ¿De qué vivimos? ¿Del aire?

La segunda solución es la de los recortes. Sí, pero no en sanidad y educación, que son muy necesarias las dos. Ya podrían recortar un poco más los sueldos de muchos altos cargos (sobre todo los que ni cumplen con sus obligaciones), en pensiones vitalicias, en coches oficiales y dietas, en teléfonos móviles pagados con fondos públicos… En fin, paro porque la lista puede hacerse casi infinita.

Y si ninguna de las soluciones anteriores vale, ¿cómo lo solucionamos? Pues no lo sé, señores. Ya les digo que yo no me meto en política, y menos en economía. Que lo arreglen los que están cobrando por estar en esos cargos públicos que se supone que se dedican a arreglar los problemas del país.

Vuelvo a la huelga, pero no para hablar de los resultados, sino para hacer una reflexión personal (o dos). Lo primero que me gustaría es que aquellas personas que apoyan las huelgas (sea cual sea el motivo) respeten la opinión de los demás. Los que intentan boicotear de forma violenta a los que quieren ir a trabajar se olvidan de que la huelga es un derecho, no una obligación. Ellos luchan por su libertad de elegir hacer huelga, pero a base de pisotear el derecho a trabajar de los demás. Y eso, señores, no es libertad, es falta de respeto. A mí me parece perfecto que cada uno elija su postura, sea la que sea, pero todos deberíamos respetarnos mutuamente. Si no, estaremos haciendo eso que tanto criticamos a los terroristas: intentar imponer nuestra postura con violencia (salvando las distancias, claro está).

Otra cosa que me llama la atención es que mucha de la gente que hace huelga adopta una posición totalmente pasiva. Me recuerda a las huelgas que hacían los estudiantes en los institutos. Recuerdo ver a mis compañeros tumbados en el parque y preguntarles: “¿por qué es la huelga? ¿Por qué se protesta?”. Ellos respondían tan tranquilos: “No sé, pero por lo menos así no hay clase” .
Esa actitud me molesta. Porque eso se puede justificar en adolescentes irresponsables. Pero no en adultos a los que la madurez “se les supone” (como el valor en la mili). Si quieres hacer huelga para protestar por algo con lo que no estás de acuerdo, estupendo. Pero hay que ser coherentes. Las huelgas no son días de vacaciones, en los que uno se va al parque a tomar el sol o a una terracita a tomarse unas cañas. Porque para eso tenemos la Semana Santa a la vuelta de la esquina. Si se hace huelga es para manifestar un desacuerdo, y para hacerlo de forma activa. Porque, de lo contrario, me parece una ofensa para esos ya famosos cinco millones de parados (o, por lo menos, para muchos de ellos) que cada día se dejan la piel buscando un trabajo que no llega y que es muy necesario para todos. Muchos de ellos darían lo que fuera por conseguir el trabajo que vosotros aborrecéis. Así que, cuando penséis que vuestro trabajo es un asco y que estáis hartos de él, pensad que hay mucha gente que os envidia por el hecho de tener un empleo.

Para terminar de una forma un poco más distendida (me estaba poniendo ya demasiado seria), cojo prestada una foto de hoy que me ha encantado. La han publicado unos conocidos y me ha hecho reír, porque me he sentido identificada. Algunos somos sabineros para casi todo. Hoy me han demostrado que se puede ser sabinero hasta para hacer huelga. Gracias, Luis y Paula ;)


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